Me enamoro de un adoquín.
De un olor.
Me enamoro de una abuela que cruza
la calle arrastrando sus recuerdos.
De una ráfaga de viento que limpia
las ideas.
Me enamoro de una lenta mañana de
invierno.
Me enamoro de un lápiz mordido.
De un papel en blanco.
De un papel en la papelera.
Me enamoro de una idea mala.
Me enamoro de una mesa sin historia.
De unas aceitunas con hueso.
De un vaso corto de cerveza.
Me enamoro de una mirada furtiva
en un bar con nombre de refresco.
Me enamoro de una música.
De una guitarra dulce que llora.
De la voz de un perdedor.
Como siempre.
Me enamoro de una melodía bajo
tierra.
Me enamoro de una hoja caduca que
no quiere llegar al suelo.
De un árbol que se retuerce.
De la hierba que crece y huele.
Me enamoro de las espinas de las
rosas. Y de las rosas.
Me enamoro de una cucharada de miel.
De un trozo de pan con chocolate
negro.
Del olor de mi cocina cuando
yo no cocino.
Me enamoro de la sal del mar.
Del salitre en la piel.
De tus ojos enrojecidos.
Me enamoro de la arena de la playa
entre tus dedos del pie.
Me enamoro de la alegría.
De unas risas anónimas.
Del color naranja.
Me enamoro de una discusión.
Me enamoro de ti, de ti, de ti y de ti.
En un segundo y me sobra tiempo.
Porque sí y me gusta.
Me enamoro y ya no se dónde estás
y cómo te llamas.
Me enamoro si miro a la derecha.
Si miro a la izquierda.
Si miro delante, si miro detrás.
Siempre me enamoro.
Pero siempre en silencio.